Autor: María
Temática: General
Descripción: 6 enamoramiento. Quiero que me vea como una mujer que esperará por él para siempre. Me pongo brillo de labios, luego lo dejo y salgo apresuradamente de mi habitación cuando escucho movimiento en el piso de arriba. Apresurándome a la cocina, finjo que he estado ahí todo el tiempo cocinando. Momentos después, Cyrus entra en la habitación. Se detiene por completo cuando me ve. Finjo que no sé que está aquí unos segundos y murmuro para mí. Por el rabillo del ojo veo que se está girando y está punto de irse. Maldición. —Hola, Cy —exclamo, haciéndolo detenerse—. ¿Quieres que te prepare algo de desayunar? Hago unas tostadas francesas increíbles. Se da la vuelta y fija la mirada en la mía. Quiero que me mire, mi cuerpo, pero no baja la mirada más allá de mi barbilla. —Ya preparé un poco de café. —Señalo la cafetera. —Sí, claro —contesta finalmente. Se va al salón que está conectado con nuestra cocina abierta. Viste un pantalón de deporte de talle bajo y nada más. Su pecho y pies están desnudos, y su cabello adorablemente despeinado. Dios, es tan guapo y fuerte. Nada como los chicos aquí en la isla. No se ha afeitado desde que llegó, y tiene una oscura barba incipiente en su barbilla. Cuando le pregunté por ello contestó que es el único momento que se les permite estar desaliñados, así que va a optar por ello. —Dame un segundo. —Se va de la habitación y lo escucho ir al piso de arriba. Hundo los hombros cuando escucho la ducha encenderse. Sigo adelante y hago las tostadas francesas y pongo un poco de tocino en una sartén pequeña. Un poco después regresa a la habitación y toma una taza de café. Ahora está completamente vestido y toma asiento en la barra de desayuno. —¿Mi hermano vino a casa anoche? —pregunto. Cyrus detiene la taza antes de que llegue a su boca. Puedo decir que no quiere responderme. Supongo que es porque no quiere mentir. No, apuesto a que es un hombre amable que nunca mentiría. Es muy honrado. Pongo los ojos en blanco. —Conozco a mi hermano, Cyrus. Si no ha venido a casa es porque anoche fue a casa con una chica. No es algo nuevo. Solo que no estaba segura de si debería hacer suficiente para él o no. —No está aquí —contesta con un suspiro. Apoyo la cadera contra la encimera. —Pero tú viniste a casa. —Me muerdo el labio—. Temprano —añado. Se encoge de hombros, bebiendo su café—. ¿No te gusta ninguna mujer de por aquí? —Arqueo una ceja.